¿Qué pasa con la Conversión?
Una de las "soluciones" que la gente propone para solucionar el dilema del matrimonio mixto es "convertir" al novio/a no judío/a en judío/a.
¿Es una solución válida?
Encontramos que el judaísmo reconoce la posibilidad de convertirse en judío. El proceso de "Guiur" (Conversión) es muy simple. Consiste en tres pasos: 1) Circuncidarse (en el caso de un hombre); 2) Sumergirse en una Mikve (baño ritual); 3) Aceptar el cumplimiento de la Torá en su totalidad. Dichos pasos tienen que realizarse ante un tribunal rabínico válido. (Un tribunal rabínico válido quiere decir tres rabinos que aceptan la Torá como palabra Divina y cumplen con sus preceptos en su vida personal.)
El judaísmo no es proselitista, ya que entiende que no hace falta ser judío para merecer la gracia de D-os y un lugar en el Mundo Venidero. Para un gentil, hace falta cumplir con el código de leyes conocido como las "Siete Leyes de los Hijos de Noé" para merecer el lugar máximo en el Mundo Venidero. En el caso que un no-judío desea - con sinceridad - convertirse en judío y asumir una vida de acuerdo a las normas delineadas en la Torá, lo aceptamos con brazos abiertos.
Es evidente. Que en el caso que uno quiere convertirse al judaísmo para poder casarse con un/a judío/a, es poco probable que su "conversión" sea sincera.
Me viene al recuerdo una anécdota de un chico judío que decidió casarse con una chica no judía. Los padres del chico insistieron que la chica vaya a estudiar algo de judaísmo antes de aceptarla como nuera. La chica se fue a una institución religiosa para estudiar los fundamentos del judaísmo. Por mas que el motivo inicial para ir a estudiar fue simplemente para aplacar a los futuros suegros, en el transcurso de sus estudios descubrió un mundo nuevo que la atrajo de verdad y se dedicó a los estudios con un interés genuino. Pasaron los meses y el chico la llamó para saber cuándo se iban a casar. '¿Cómo?,' preguntó la chica. '¿Piensas que me interesa casarme con un chico que estaba dispuesto a casarse con una chica no judía?'
Hay quienes argumentan que si no aceptamos dichas "conversiones" o parejas "mixtas", terminaremos alejando a los jóvenes judíos quienes contraen "matrimonio" con parejas no judías o convertidas "cosméticamente". En cambio, si los aceptamos, estamos "ganando almas" para el pueblo judío.
En primer lugar, el judaísmo no es un negocio y menos cuando esté basado en mentiras y engaños. El judaísmo se basa en tratar de cumplir al máximo de nuestra capacidad con la voluntad de D-os. No hay que estar más preocupados por el futuro del pueblo judío de lo que D-os mismo lo está. D-os también conoce dicho argumento y sus "beneficios" para el futuro de dichos individuos y para el pueblo judío. No obstante, dice claramente en la Torá (Deut.7: 7), que no tiene preferencia por el pueblo judío debido a su superioridad en cantidad ni en poder, sino por su cualidad de la humildad y por el pacto que ha hecho con nuestro patriarca Abraham. El pueblo judío ha sobrevivido a todos sus opresores, no gracias a su viveza, dinero o poder político, sino gracias a su sinceridad, autenticidad y auto sacrificio para preservar dicha pureza y autenticidad.
Además: por más que quisiéramos y por más que nos parezca conveniente aceptar dichas 'conversiones', no está en nuestras manos negar o cambiar los hechos. No está en nuestras manos hacer ese 'favor', de la misma manera que no está en nuestras manos hacer el favor a unos padres quienes querían un hijo varón y les nació una hija. Podemos hacerle a la niña cambios cosméticos, pero no deja de ser otra cosa que una mutilación engañosa y cruel.
Es interesante notar la expresión que el Talmud (Ievamot 48b) utiliza al hablar de 'conversos' (auténticos): 'Guer shenitgaier kekatan shenolad dami'. Quiere decir: Un converso que se convirtió está considerado como un bebé recién nacido.
Cuando el Talmud habla de un esclavo que se liberó, no dice un 'liberado' que se liberó, sino un esclavo que se liberó. ¿Por qué, entonces, al hablar de un converso no se dice un gentil que se convirtió, sino un converso que se convirtió? También, ¿por qué se compara al converso con un niño recién nacido?
Nuestros sabios lo explican de la siguiente manera:
Un converso auténtico es una persona que, aunque haya nacido de un vientre no judío, nació con una Neshamá, un alma judía. Es esa Neshamá la que le empuja a 'convertirse'. O sea, en cierta manera, podemos decir que nació (destinado o con una predisposición a convertirse en) 'converso'. Por ese motivo es que se le compara con un 'bebé recién nacido'. Un bebé recién nacido, hace nueve meses que existe. La diferencia entre el momento antes de nacer y después de nacer es que antes de nacer no es un ser independiente. Del mismo modo, un 'converso' antes de pasar por el proceso de conversión se considera como un judío en estado 'embriónico' y no tiene las responsabilidades de un judío. Una vez que se convierte, se transforma en un judío pleno. Pero, como señalamos antes, para que dicha transformación ocurra, hace falta pasar por el proceso de conversión auténtico y no por los procesos 'cosméticos' que abundan y se hacen pasar por opciones mas 'abiertas'.
Hay quienes preguntan: ¿Por qué hace falta que el converso sea más practicante que la mayoría de los judíos, quienes no lo practican plenamente y no se consideran "religiosos" y aún así no pierden su condición de judíos? En otras palabras: si el judío no-practicante está considerado judío, ¿por qué no se considera como judío a una persona que se haya 'convertido' por medio de una 'conversión' que no concuerda con la Halajá?
La respuesta es muy sencilla. Un judío de nacimiento es judío a pesar de todo lo que piense, hable o haga. La misma Torá que determina este hecho, dice también que uno que quiere convertirse en judío debe - antes que nada - aceptar cumplir con la Torá en su totalidad para que sea aceptado como tal. Si uno dice que está dispuesto a aceptar los 613 preceptos, pero que hay uno solo que no le gusta y no lo quiere aceptar, se le dice '¿Quién te obliga a convertirte en judío?' ¡Es preferible que no se convierta y que siga cumpliendo con su misión en la vida como no judío, a que se convierta en judío y caiga en infracción!
En realidad, es un criterio muy entendible. Si uno nació en el Uruguay, por ejemplo, la ley uruguaya lo considera como uruguayo, haga lo que haga. En cambio, si uno quiere adquirir la ciudadanía uruguaya, pero dice que no está dispuesto a reconocer como válida alguna cláusula de la constitución uruguaya ¿lo aceptarán? Claro que no. Si no le gusta la constitución uruguaya, pues que busque su ciudadanía en otro país con cuya constitución esté de acuerdo... Uno que no quiere reconocer a la constitución uruguaya en su totalidad puede ser aceptado como residente extranjero pero no como ciudadano legal. El ciudadano naturalizado debe aceptar la constitución del país como autoridad máxima para que se le otorgue la ciudadanía. ¿Acaso alguien quiere sugerir que sea más fácil convertirse en judío que asumir una ciudadanía? ¿Acaso las leyes Divinas son mas negociables que las leyes humanas?
El Verdadero Problema
En realidad, el matrimonio mixto es un síntoma de un problema mucho más importante: la falta de educación judía adecuada.
¿Qué tipo de educación judía estamos dando a nuestros hijos? ¿Les estamos dando realmente las experiencias y herramientas para que puedan entender y valorar por qué y para qué son judíos?
También: ¿Qué pasa con nuestra propia educación judía? ¿Cuánto tiempo dedicamos nosotros, los padres, a nuestro propio desarrollo espiritual personal? ¿Cuál es la autoridad máxima en nuestra propia vida personal? Si yo hago solamente lo que me gusta o me conviene y no reconozco la obligación de acatar a una autoridad superior ¿cómo puedo pretender que mi hijo no haga lo mismo? Claro, que me va a decir: '¡Papá! ¡Tu haces lo que quieres, déjame hacer lo que yo quiero!' Si el padre no reconoce ninguna autoridad moral, ¿por qué pretende que el hijo le haga caso? ¿Sólo por el hecho que lo haya engendrado?
La prioridad máxima hoy en día debe ser la educación judía. No podemos conformarnos con el mínimo que reciben en las escuelas y liceos. Debemos exigir el máximo. ¿Acaso mandaríamos a nuestros hijos a un liceo en el cual, al salir, no sepan calcular el área de un círculo? ¿O que no sepan quién fue Napoleón? ¿Por qué nos conformamos con un sistema educativo del cual salen sin saber leer ni entender ni una página de la Biblia o del Talmud en su texto original o sin saber quiénes fueron y qué dijeron Rabi Akiva, Abaye, Rava, Rashi, Rambam y Rabi Iehuda Halevi?
Quisiera concluir compartiendo un episodio que me pasó poco después de haber llegado al Uruguay y la lección que aprendí.
Nuestro hijo mayor había nacido, y debido a nuestra inexperiencia como padres, y menos en un país nuevo y todavía en una época en la cual cada dos por tres hubo paros, no llegamos a inscribirlo en el registro civil dentro del plazo normal. Como consecuencia de esto, hubo que tramitar una inscripción tardía, un proceso que llevaba meses.
En el interín, mi Sra. y yo quisimos viajar con nuestro hijo al exterior. Debido a que somos ambos ciudadanos norteamericanos, le hicimos a nuestro hijo un pasaporte norteamericano.
Llegamos todos al aeropuerto de Carrasco, prontos para viajar. Al llegar a migraciones, el oficial nos solicitó la documentación uruguaya de nuestro hijo. Le explicamos el motivo por el cual no la tenía y nos dijo que no podía salir del país.
¿Cómo, no podemos viajar con nuestro hijo?' pregunté. 'Tiene un pasaporte norteamericano!'
'Para nosotros es uruguayo, y no puede viajar sin documentación uruguaya,' nos explicó.
'Pero, es nuestro hijo!' insistí.
'Es uruguayo,' reiteró el oficial de migraciones.
No viajamos ese día.
Aprendí de ese episodio una enseñanza impresionante. Por más que mi hijo es mi hijo, mis derechos no anteceden los derechos del Estado.
Lo mismo es aplicable en cuanto a nuestra relación con nuestros hijos. Antes de pensar en nuestros derechos sobre ellos, debemos pensar en los derechos que el pueblo judío tiene sobre ellos y los derechos que nuestros propios hijos tienen, para que les demos todas las herramientas posibles para que puedan valorar y vivir su judaísmo plenamente.
Epílogo
Unos 19 años después de dicha conversación con el oficial de migraciones en el Aeropuerto de Carrasco, tuve oportunidad de conversar nuevamente con otro oficial mientras estábamos realizando un trámite. Le comenté la historia que había sucedido hace unos 19 años y la lección que aprendí.
"Está Ud. equivocado," me dijo. "No es que los derechos del Estado anteceden los derechos de los padres. Es que el Estado tiene la tarea de proteger y defender los derechos del niño."
El paralelismo con el judaísmo me quedó más que claro.
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* El autor del artículo agradece profundamente al Dr. Jacobo Hazan por su ayuda en pulir la semántica y articulación de este trabajo.
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