09 diciembre 2009

No Sé Cómo Ella lo Hace


No Sé Cómo Ella lo Hace
Supuestamente debemos ser la esposa perfecta, madre, empleada, jefa. ¿Pero tal cosa es posible?
por Emuna Braverman
 

Es domingo y estoy tratando de balancear las necesidades de todos. Tengo que terminar de escribir mis asignaciones y revisar mi e-mail. La casa es un desastre. Los niños quieren hacer un paseo familiar y yo quiero ir sola. Mi esposo y yo no hemos tenido ningún momento de intimidad últimamente. Todos necesitan comer el almuerzo y la cena. (¡Y siempre hay ropa para lavar!).
 
No es una maravilla que la novela de Allison Pearson, I Don´t Know How She Does It (No Sé Cómo Ella lo Hace), esté deslumbrando a las mujeres por todo el mundo. El tema familiar de la mujer estresada y trabajadora llena de culpabilidad (todas las mujeres trabajan, ¿¡cierto!?), tratando de hacer todo al mismo tiempo (de hecho, ¿¡quién tiene tiempo de leer el libro!?), está consolando a las mujeres con exceso de trabajo y con bajos sueldos alrededor del mundo.
 
Muchas de nosotras nos sentimos abrumadas y menospreciadas. Demasiado se espera de nosotras, más de lo que sentimos que es humanamente posible. Se supone que tenemos que ser la esposa perfecta, madre, empleada, jefa… ¿Es posible tal cosa? Y luego tenemos que lidiar con nuestra condescendiente vecina, quien hace todo mejor y nos lo hace saber.
 
La hermandad es muy poderosa, pero no de la manera que nos imaginábamos. Estamos exhaustas y resentidas – frecuentemente demasiado exhaustas como para que nos importe.
 
¿Cómo sucedió esto? Puedes quejarte con el feminismo quizás (la salida fácil) por promover el ideal de la supermujer. Pero podemos culpar al feminismo de una manera más sutil. Algunas de nosotras (el grupo de más de 40 años) recordamos el eslogan de nuestras remeras: “Una mujer sin un hombre es como un pez sin bicicleta”. Realmente no necesitamos a los hombres, incluyendo a nuestros esposos. (¡De cualquier manera generalmente hacemos lo que se necesita hacer, mejor y mas eficientemente que ellos!). Somos autosuficientes.
 
Y así los hombres, nuestros esposos incluidos, se alejan de nosotras. Les enseñamos que podemos hacer todo, entonces eso es lo que ellos esperan. Podemos delegar, ¿Pero qué mujer con respeto por si misma puede hacerlo?
 
En la lectura inicial de: Eshet Jail (Una mujer de valor), la oda a la ama de casa que se canta los viernes en la noche, uno podría pensar que la expectativa judía es la misma. ¡Las demandas de esa mujer son muy altas! Ella esta a cargo de cosechar el trigo, diseñar y coser la ropa, mantener a la familia financieramente… ¡la lista es interminable! Seguramente un tributo a la supermujer moderna – pero sólo si distorsionamos el verdadero compañerismo del matrimonio judío.
 
No es la realización de él o de ella, sino la nuestra.
 
Cuando dos personas están trabajando juntas para lograr el mismo objetivo, entonces la carga se debe compartir equitativamente. Puede haber división de tareas, pero si un lado necesita ayuda, el otro lo va a ayudar porque ambos están trabajando para el mismo fin. No es la realización de él o de ella, sino nuestra realización.
 
Aquí hay una sugerencia radical. Si estamos frustradas y resentidas, si tenemos trabajo extra y nos quejamos, si nuestros esposos no ayudan en nada, ¿De quien es la culpa? ¡Nuestra! Somos buenas en el papel de mártir, somos buenas actuando. Somos buenas en regañar y atacar. Somos buenas con el tratamiento del silencio y del resentimiento. ¿Pero qué pasa con la humildad? ¿Qué pasa con hacer saber que necesitamos ayuda, que no podemos hacerlo solas? ¿Qué pasa con pedir de una manera amable y amorosa que necesitamos apoyo?
 
¿Puedes por favor ir a la tienda querido? Sí, es verdad, te arriesgas a obtener unas cuantas bolsas extras de papas fritas y el jabón de ropa equivocado, pero ganar tiempo y sentido de compañerismo lo valen. Tú no estás sola.
 
¿Podrías llevar a los niños a la escuela el lunes? ¿Podrías llevar a los niños fuera por un par de horas el domingo? Hay una noción problemática frecuentemente falsa de que los hombres son incapaces de cuidar a los niños adecuadamente, por lo que tenemos que estar allí constantemente. Es una noción que nos paraliza y que degrada a nuestros esposos. Démosles una oportunidad. No sólo van a crecer con la experiencia, sino que probablemente van a pasar un buen momento haciéndolo. Y tú vas a estar aliviada y gratificada.
 
Tú no eres una mejor esposa/madre/ama de casa porque hiciste todo tú sola. Sólo estas más cansada.
 
Si puedes pagar por ayuda, hazlo. (No es sólo mi consejo; es el consejo del famoso sabio judío y médico, Maimónides). No eres mejor esposa/madre/ama de casa porque hiciste todo tú sola. Sólo estas más cansada. Podemos hacer que nuestras vidas funcionen más tranquilas y faciliten la tensión y el cansancio, pero tenemos que tomar la decisión. Una visita a un Spa es una buena ocasión para renovarnos, pero es el cambio diario el que cuenta.

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Deja la "capa de mujer maravilla" a un lado. Nuestros esposos levantarán los platos sólo cuando les informemos que es necesario. Adam, el primer hombre, buscó en todo el mundo hasta que descubrió ese único y especial ser, para el cual él marcaría una diferencia. Tratando de “hacerlo todo”, les robamos a nuestros esposos una especial oportunidad de crecer. Le robamos a nuestros matrimonios la cercanía que proviene de compartir esfuerzos y compartir cargas.
 
Una de mis historias favoritas involucra al nieto de un muy conocido y destacado rabino. Su consejero espiritual notó que frecuentemente llegaba tarde para la plegaria matutina. Llevándolo hacia un costado, gentilmente le dijo, “me di cuenta que es difícil para ti llegar a tiempo”.
 
“Sí”, respondió el joven. “En mi camino a la sinagoga noté a una mujer desesperada, su bebé estaba llorando y necesitaba que lo cambiaran, otro de los hijos necesitaba desayunar, y un tercero necesitaba que lo vistieran. La pobre madre parecía estar al límite de sus capacidades”.
 
“Por favor, dime quién es esa mujer”, exclamó el preocupado consejero. “A todos nos gustaría ayudar a esta necesitada integrante de nuestra comunidad”.
 
“Es mi esposa”, explicó el joven.
 
No dejándola con toda la carga, este perceptivo esposo reconoció la verdad en la expresión “La caridad empieza en casa”. Y presumiblemente su esposa también era inteligente. Ella no estaba tratando de probar su bondad, virtudes, talentos, inteligencia, su autosuficiencia haciendo todo sola. Una persona sabia sabe cuando pedir ayuda, cuando delegar y cuando rogar.
 
Hay matrimonios con esposos cansados de las guerras y esposas marcadas por las batallas a lo largo de todo el país. Solos, la pelea parece ser imposible. Juntos pueden lograr cualquier cosa.
 
El judaísmo no incita el martirio. Pedir ayuda es un signo de fuerza, no de debilidad. Es un marco de confianza, y un regalo para tu esposo que no quiere nada más que lo necesites y volverse tu asistente. Es difícil ser una mujer (y un hombre) hoy en día. Pide ayuda. Pídeles a tus amigas. Pídele a tu esposo y pídele a Dios. Él desea ayudar sobretodo.

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